Después de varios años de facilitar y acompañar personas y equipos de diferentes culturas en este camino de trasmutar el plomo en oro, siempre hay un denominador común: la confianza.
Me encanta la definición de Patrick Lencioni en su modelo de las cinco disfunciones de un equipo y la define como «la seguridad de que tus compañeros de equipo tienen buenas intenciones y velan por tus intereses, sin
la intención de ser protectores ni cautelosos. Es la capacidad de ser vulnerable, admitir errores, debilidades y pedir ayuda sin temor a que esa vulnerabilidad sea utilizada en tu contra».
La confianza es el principio activo de toda transformación. Sin confianza, las ideas no circulan, la innovación se bloquea y los vínculos se desgastan. Con confianza, lo simple se vuelve posible y lo frágil no encuentra sostén.
Pero la confianza no se decreta: se cultiva, se cuida y se gana cada día. Es un oro invisible que se genera en la interacción humana, en los pequeños gestos, en la coherencia de lo que pensamos, decimos y lo que hacemos.
Así como en la alquimia existen fases de disolución, integración y cristalización, en la construcción de confianza también hay etapas:
Disolver el miedo: La primera barrera para confiar es el temor: al error, al juicio, al rechazo. La confianza se enciende cuando nos mostramos auténticos, aceptando que somos vulnerables y humanos.
Integrar opuestos: La confianza no significa ingenuidad ni ausencia de límites. Es la unión entre la claridad y la apertura, entre el rigor y la empatía. Es poder decir lo que se piensa con respeto, y escuchar con presencia.
Destilar coherencia: En alquimia, el oro puro se conseguía tras procesos de destilación. En el liderazgo ocurre igual: la confianza surge cuando hay consistencia entre lo que decimos, lo que hacemos y lo que decidimos. La incoherencia, en cambio, oxida cualquier vínculo.
Cristalizar la visión compartida: La confianza madura cuando se proyecta hacia el futuro. Es creer que, aunque haya incertidumbre, el camino que transitamos juntos tiene sentido y merece el riesgo de recorrerlo.
Pero ¿cómo sentimos la confianza en acción? En un equipo, la confianza es la base invisible que multiplica la creatividad, acelera decisiones y convierte los conflictos en aprendizajes. En una organización, es la fuerza que permite pasar de lo transaccional a lo verdaderamente transformacional. En la vida, es el puente que nos conecta con otros y con nosotros mismos.
Ser alquimistas modernos es comprender que la confianza no es un recurso escaso, sino una energía renovable que se expande cuando se comparte.
Nuestra tarea no es acumularla, sino ser guardianes y generadores de confianza, incluso en entornos donde la incertidumbre y la velocidad parecen querer corroerla. Porque sin confianza, todo se fragmenta. Con confianza, todo crece y evoluciona.
Y tú, qué tipo de alquimista eliges ser? ¿Qué estás haciendo hoy para cultivar confianza en tu equipo, en tu organización y en ti mismo? Te leo…