En el camino de los alquimistas antiguos, citrinitas era la fase del amanecer, el punto de inflexión entre la noche oscura del alma y la revelación de una nueva claridad. Era el momento en que el plomo del ego comenzaba a transmutarse en la luz dorada de la conciencia. Después del caos interior de la nigredo y la purificación de la albedo, llegaba la citrinitas como una promesa: la transformación es posible. Y hoy, en el siglo XXI, los alquimistas modernos —líderes, creadores, agentes de cambio— recorremos el mismo proceso, con nuevas herramientas, pero con la misma necesidad de sentido.
La alquimia no ha muerto. Ha evolucionado. Hoy ya no trabajamos con hornos ni metales, sino con conversaciones, decisiones, aprendizajes, crisis y resiliencia. La citrinitas contemporánea sucede cuando, después de atravesar un momento de ruptura o reinvención, una persona empieza a ver con más claridad. Por eso se la asocia con el conocimiento. No es iluminación plena, pero sí es un nuevo entendimiento. Una visión interna que se afina. Un “click” que transforma el por qué en propósito.
En mi trabajo con líderes en transición —algunos retirándose, otros renaciendo— he visto que citrinitas ocurre cuando alguien deja de preguntarse “¿qué debo hacer ahora?” y comienza a preguntarse “¿quién estoy llamado a ser?”. Es la diferencia entre controlar el cambio y encarnarlo.
El oro no está al final. Está en el proceso.
La citrinitas nos recuerda que no hay salto sin puente, ni claridad sin sombra. Es la fase donde se integran los fragmentos del yo, donde la sabiduría no es solo teórica, sino encarnada. Aquí nace el liderazgo auténtico: el que no se impone, sino que irradia; el que no busca seguidores, sino impacto con legado.
¿Cómo se vive hoy la citrinitas?
• Cuando un profesional deja de verse como un cargo y empieza a reconocerse como un catalizador.
• Cuando una crisis se convierte en el combustible de una nueva historia
• Cuando un equipo deja de operar desde la urgencia y empieza a diseñar desde la conciencia.
• Cuando el retiro profesional se convierte en un renacimiento con propósito.
La alquimia personal no tiene fórmulas cerradas. Pero tiene fases. No se pueden quemar etapas, porque todo es perfecto en el camino de la transformación personal. Cada fase tiene un aprendizaje, una razón de ser donde cada cosa ocurre en el tiempo perfecto. En lo personal esta fue una fase reveladora donde viejas creencias se fueron para dar lugar a una nueva versión. Cuanto más escribo más me fascina la transmutación del ser humano. La búsqueda permanente para dejar la dualidad y sentirte parte de un todo. Esta etapa precede a la ultima etapa del Magnun Opus: la rubedo que es el arte de encarnar lo transformado.